miércoles, 8 de abril de 2015

Mi tiempo con Berenice

Img 20150325 231633 by dipabloSin duda fue una etapa complicada y extraña en mi vida, de la cuál desearía borrar todo excepto a ella. Iniciaba el ciclo escolar con cambios en todas mis actividades, dicen que a nadie le gustan los cambios a mí tampoco y mucho menos los que son provocados por causas ajenas a mí. Pero en ese lapso abundaban y no podía hacer nada para cambiar mi situación sólo esperar que terminara y que todo regresara como antes, lo anterior y una serie de eventos me llevaron a una situación donde todo me molestaba, me encontraba sin casi nada de tiempo libre y sin ánimo todo eso provocaba que nada me saliera bien y esto era un cambio también porque casi siempre hacía todo de una calidad arriba de aceptable, era un periodo que no duraría mucho pero en el cual cada día se me hacía largo y pesado. Mis compañeros de clases casi en su totalidad eran pedantes y no los soportaba. Una semana después lo mejor de esa etapa llegó; ella apareció. Sí mi situación anímica hubiese sido otra seguramente me hubiera atraído mucho más de lo que me atraía; entró con su andar pausado y mirada baja, usaba vestimenta un poco mayor a su cuerpo la cual parecía elegida para pasar desapercibida. Siempre elegía pantalón combinado con alguna camisa en tonos oscuros, su cabello claro ondulado apenas tenía el largo suficiente para cubrirle su rostro, rostro que deseaban mis ojos contemplar mayor tiempo; sus ojos azules combinaban perfecto con su apariencia melancólica, sus pequeños y bien delineados labios siempre al natural dejaban ver su atractivo color, su piel blanca parecía ausente de los rayos del sol, su cuerpo delgado y casi la misma estatura que yo, eran algunas características que la definían físicamente.

Desde aquel primer día se cruzaron nuestras miradas. Llegó tarde y se dirigió a la parte trasera del salón de clases donde me encontraba, parecía que el destino nos ponía todo a favor para estar juntos; una silla aguardaba a mi lado y para mi suerte la ocupó, me recordó mucho una situación similar pero en la infancia, levanté la vista y me sonrió entristecida, su sonrisa era hermosa y fui un afortunado en conocerla. Era la única clase en la que coincidíamos y para mi infortunio sólo dos veces a la semana. Al igual que yo parecía no tener ni un amigo, ingresaba en silencio y partía de la misma forma, para evitar contacto con los compañeros terminada la clase lo primero que realizaba era colocarse sus audífonos y así fingía que no escuchaba cuando querían hablarle.

Transcurrió una o dos semanas, hasta que nuestras extrañas vidas se unieron y fue de la mejor forma que pudiera imaginar. La noche nos envolvía, las gotas de lluvia caían sobre la ciudad y había frío en el ambiente. Ese día se encontraba sentada en una saliente de la parte trasera del edificio, yo suponía que esperaba el inicio de la clase para la cual todavía faltaban algunos minutos, parecía que me reservaba un espacio, me senté a su lado para enseguida descubrir que lloraba; le pregunté: ¿Te puedo ayudar en algo? Presentí que no diría nada, y así fue. Permanecí junto a ella en silencio; de pronto se acercó y tomó mi brazo se recargó en mi hombro y cubrí con mis manos su mano y dejamos que el tiempo actuará como sabe actuar, el viento aumentaba y algunas gotas llegaban a nuestros rostros; el frío incrementaba y sentí su cuerpo temblar; la tome del hombro para acercarla más a mi cuerpo, entonces acomodó su cabeza sobre mi pecho y envolvió con sus brazos mi cintura, mi corazón comenzó a latir con una fuerza impresionante estaba seguro que lo escuchaba y lo sentía palpitar, poco a poco se tranquilizó y descubrí lo agradable de estar así y sentir el calor de nuestros cuerpos enlazados. Nuestras miradas se cruzaron cuando algunos de sus cabellos eran movidos por el viento, los lleve detrás de su oreja, después mi vista se posó en sus lindos labios y al siguiente instante nos estábamos besando, el beso crecía de intensidad, sentía su respiración y el aumento de calor de su cuerpo, en esos instantes sentía todo su ser conmigo, la tomaba del cuello mientras sus brazos me abrazaban con fuerza y se acercaba más a mí. El viento y la lluvia que nos acompañaban parecían celosos. No sé cuánto tiempo permanecimos así pero ya no entramos a clase, Únicamente la caída de granizo nos obligó a levantarnos y momentos después caminamos a través de los pasillos, me tomaba de mi brazo y con su otra mano tocaba las texturas de las paredes por donde caminábamos, algo en esas texturas pareció detenerla me atrajo a la pared y volvimos a perdernos, a olvidarnos de todo, a quedar solos sintiendo que la ropa estorbaba al deseo de nuestros cuerpos, después de un respiro y al ver que casi nadie quedaba me preguntó: ¿podemos irnos? Asentí; caminamos hacia el autobús. Ya allí se volvió hacia mí, me abrazó nuevamente, nos besamos una vez más y me dio las gracias, -a ti: fue mi escueta respuesta. Fue tanta la pasión en cada beso de esa noche, que al siguiente día sentía mis labios diferentes.

Berenice algunas veces no asistía a la clase en otras llegaba tarde, los siguientes encuentros salimos juntos para dirigirnos hacia la parada del autobús, del salón hacia ese lugar eran alrededor de cinco minutos, pero con ella el tiempo se incrementaba hasta alrededor de una hora. En ese horario eran muchos los salones vacíos, algunas ocasiones ingresábamos a uno de ellos siguiendo una rutina similar a nuestra primera noche; tocaba los muros mientras caminábamos y al encontrar el hueco de una de las puertas abiertas decidía si seguíamos caminando por el pasillo o ingresábamos al interior del desocupado salón. Sólo una ocasión llevamos la pasión fuera de aquellos muros, de aquellas jacarandas, aquellos edificios; el día que no llegó nuestro profesor, una fuerte lluvia mojaba todo pero nosotros salimos sin prisa, la lleve al centro de la plaza principal y ahí la bese hasta que quedamos completamente empapados. Nadie se atrevía a decirnos algo ya que corrían escapando de la lluvia. Abandonamos la escuela y tuvimos tiempo suficiente para secar nuestros cuerpos. Pocas palabras me decía pero las de esa noche quedarían indelebles en mí: “Somos fragmentos de Dios que disfrutan reencontrarse.” Esa frase explicaba nuestra extraña forma de interactuar, en casi todos los momentos me parecía que fuerzas ajenas nos guiaban a actuar de esa forma; no existían conversaciones que dejaran unir nuestros fragmentos y no las necesitábamos ya que nuestros labios y cuerpos creaban un fuego con tal intensidad que apagaban toda oscuridad, frío y depresión que intentara consumirnos. Pero fuera de esos momentos nuestras vidas parecían nada cambiar, el resto del día seguía siendo deprimente y el clima aumentaba esa sensación.

La última vez que la vi me esperó fuera del salón, debí presentir que era la última vez pero no fue así, esa ocasión mi sorpresa de verle fue acallada con sus besos, no me dejo expresar ni una palabra, hasta en el momento de despedirnos al retirar sus labios de los míos enseguida colocó en su lugar su dedo índice indicando que guardara silencio, nos miramos y la vi partir y tras unos instantes desaparecer de mi vista y sin saberlo aún, de mi vida.

Su nombre lo supe no por ella sino por el profesor cuando en un principio pasaba asistencia a la clase integrada por los cerca de ocho estudiantes. Nuestros nombres no eran importantes en esos momentos. Años más tarde me arrepentiría de no tener ninguna forma para localizarla, así como de no intentar saber más de su vida no había nadie que me diera razón de ella pues sólo en esos momentos nos teníamos el uno al otro. Y yo me esforzaba por aprobar todas las materias y abandonar ese estilo de vida deprimente. Disfrutaba de ella pero quería verle en otro tiempo en otro espacio pero no fue así, cuando estaba a su lado imaginaba un futuro diferente para los dos, pero en la realidad cada uno se encontraba sumido en su mundo. Una ocasión, cuando le realice una pregunta personal guardó silencio, me miró y me besó; en otra ocasión me cerró los ojos, me colocó uno de sus auriculares para compartir su música y me besó hasta que finalizó la canción.

Vivía en mi la esperanza de que regresaría, faltaban alrededor de dos semanas para terminar ese ciclo cuando no regresó más, sin duda la extrañaba pero seguía dentro de mí el deseo por terminar con esa etapa deprimente, por lo que su ausencia era cubierta por todos los proyectos que tenía por entregar. Nadie me preguntó por ella, no hubo despedida, sólo una eterna espera. Éramos como fantasmas que pasábamos desapercibidos para el resto del mundo, inclusive para nosotros mismos, éramos un par de sombras que se mezclaban en la oscuridad, sombras que llegado el tiempo nos despedíamos y con el vacío que me dejaba le miraba partir abordando un autobús hacia el sur de la ciudad, el cual también era consumido por las oscuras calles.

Meses después cuando todo regresó para mí a la normalidad, cuando mi estado de ánimo mejoró, cuando apareció nuevamente quien sería la inspiración de algunos años de mi vida, me parecía que quedaba sólo en el pasado pero nada más falso, tan sólo días más tarde cuando las flores de las jacarandas caían como gotas de lluvia y esa belleza natural me capturaba y me traía su mirada y lo que compartimos juntos, esos días ponía pretextos a mis amigos para no salir con ellos y así quedarme algunas tardes con sus noches esperando volverle a encontrar, y en esos días lo que me entristecía era regresar a casa sin saber de ella. No sé cómo actuaría si un día volviéramos a coincidir, no sé siquiera si deseo volver a verla. Fueron breves instantes, contados encuentros, en los cuales sin usar palabras nos comunicábamos, fui sumamente afortunado de cruzar camino con ella, moldeo parte de lo que soy ahora y descubro que a pesar de todo este tiempo transcurrido sigue muy bien guardada en mi memoria y aunque la canción que esta ocasión me trajo su hermosa imagen ha terminado y me ha llenado de melancolía; sigo disfrutando mucho de recordar mi tiempo con Berenice.